domingo, 2 de agosto de 2009
OPINIÓN. Godzilla contraataca.
Odaira Namihei
Le Monde Diplomatique. Edición Peruana
Fuente: Rebelión
La dominación militar estadounidense y sus experimentos nucleares influyeron fuertemente en la producción cultural japonesa posterior a la Segunda Guerra Mundial. En la ciencia ficción, las criaturas extraterrestres llevarían, por la destrucción, a la liberación definitiva.
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“¿Está listo Japón para hacer frente a la llegada de extraterrestres?” Esta pregunta, formulada en diciembre de 2007 por Yamane Ryuji, miembro de la oposición, durante una sesión de interpelación al gobierno, generó una gran cacofonía en el archipiélago. Sobre todo cuando los ministros de Defensa y de Educación y Ciencias, y más tarde el primer ministro intentaron responder, sembrando confusión en los medios. “No tenemos ninguna certeza que nos permita suponer que los ovnis no existen o que ciertas formas de vida que los controlan son inexistentes”, explicó el ministro de Defensa, Inhiba Shigeru, ante un grupo de periodistas pasmados. En su opinión, Japón debía prepararse para reaccionar, definiendo el marco legal de una posible intervención armada. Como era de esperar, la reacción de Inhiba hizo sonreír a numerosos observadores, porque ponía el acento sobre la extrema complejidad de la cuestión militar en Japón.
Arrasado en 1945 luego de intentar imponerse como la potencia dominante en Asia, el archipiélago nipón pagó muy caro sus ambiciones. La destrucción nuclear de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, así como la Constitución de 1947 en virtud de la cual Japón renunciaba a la guerra, aún pesan en la política de defensa del país, que oficialmente no dispone de ejército sino de una “fuerza de autodefensa” (FAD) (1). Desde entonces, la dependencia militar del gran vencedor de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, Estados Unidos, ha sido extremadamente fuerte. Así se explica que esos tres temas –armas nucleares, el papel de los militares y el lugar de la ciencia– sean con frecuencia centrales en la literatura, el cine o las historietas de ciencia ficción. Sirven de hilo conductor para la reflexión de los japoneses sobre su nación, que recuperó la independencia en abril de 1952, al término de la ocupación estadounidense.
El destino en sus manos
En Godzilla (Gojira, 1954) de Honda Ishiro (2), primera película de una larga serie que pone en escena un monstruo que emerge de las profundidades del océano para destruir todo a su paso, los guionistas imaginaron que el despertar de la bestia estaba vinculado a los ensayos nucleares realizados por Estados Unidos en el Océano Pacífico. Algunos meses antes del rodaje, una embarcación pesquera japonesa había sido contaminada después de un ensayo estadounidense en la atmósfera. Los diarios hablaron entonces de un “segundo ataque atómico a la humanidad”. Menos de diez años después de Hiroshima y Nagasaki, otros japoneses eran víctimas del átomo made in USA. Al inspirarse en este tema para su película, Honda Ishiro recordaba a sus compatriotas que su país seguía siendo vulnerable y que la destrucción de Tokio por Godzilla debía marcar un nuevo inicio para el país, ya totalmente liberado del monstruo y de los estadounidenses (3). Japón podía retomar así su destino, porque la solución al problema de Godzilla era fruto de una investigación llevada a cabo por un científico nipón, el doctor Serizawa.
Tres años más tarde, el mismo Honda realizó The Mysterians (Chikyu Boeigun, 1957) (4). Esta vez ya no hay monstruo, sino extraterrestres rescatados de una guerra nuclear que había destruido su planeta. Los alienígenas se instalan al pie del monte Fuji, un símbolo del Japón, para tratar de recrear su sociedad dominada por la ciencia. Aunque sus intenciones parecen pacíficas (“nuestro objetivo es poner término a las guerras atómicas”, afirman), esos seres venidos de otro mundo expresan una serie de exigencias que Japón no puede tolerar. Reclaman particularmente unirse con humanos con el fin de regenerar su raza contaminada por las radiaciones. Los militares nipones intervienen para echarlos, pero sin resultado. Sólo logran hacerles abandonar el planeta con el apoyo de la Organización de Naciones Unidas (ONU) –a la que Tokio se unió en 1956–; y para evitar que vuelvan, los terrícolas lanzan satélites para vigilar el espacio. Una idea de último minuto que se agregó al guión después de la exitosa puesta en órbita del primer Sputnik por los soviéticos. En esta película, cuyo título original Chikyu Boeigun significa literalmente “ejército defensor de la tierra”, los extraterrestres ejercen su poder por intermedio de un robot gigante, que es comandado a distancia.
La figura del robot destructor es otra característica de la ciencia ficción japonesa de los años 50 y de la primera mitad de los años 60. Simboliza la extrema vulnerabilidad de un país acosado en medio del enfrentamiento Este-Oeste y confrontado a la imposibilidad de elegir su propio camino. Pero el éxito de su economía le permite esperar algo distinto. Los extraterrestres y los robots se transforman entonces en aliados y contribuyen a restablecer la paz cuando resulta necesario. La serie televisiva Ultraman (Urutoraman), difundida a partir de julio de 1966 por el canal TBS ilustra ese esquema. Pone en escena la historia de los cinco miembros japoneses de la Patrulla Científica Mundial, una organización encargada de proteger la Tierra. En el curso de una misión, el héroe, Hayata, adquiere el poder de transformarse en Ultraman, un gigante que se hace un festín con todas las amenazas contra nuestro planeta.
El sacrificio supremo
De la misma manera, el manga Cyborg 009 (Saibogu 009) de Ishinomori Shotaro (5) relata el modo en que nueve cyborgs (humanoides provenientes de la fusión entre un humano y una máquina), creados para participar en la conquista del mundo, se rebelan contra la poderosa organización Black Ghost que pretende manipularlos. La imagen es clara: los japoneses se niegan a sufrir el dictado de las grandes potencias. En ocasión de su primera edición en 1964, el mundo vivía al ritmo de las tensiones entre la Unión Soviética y Estados Unidos. El archipiélago, que dio muestras de su potencia tecnológica y cultural durante los Juegos Olímpicos organizados ese año en Tokio, reivindicaba a través de esta historia el derecho a sustraerse a esa rivalidad. Para impedirle a Black Ghost aplicar sus negros designios, el héroe principal del manga Cyborg 009 –Shimamura Jo es su nombre verdadero– está dispuesto a afrontar el sacrificio supremo.
Muchos de los personajes provenientes del universo de la ciencia ficción nipona no dudan en dar su vida para salvar la Tierra. Es el caso del capitán del acorazado espacial Yamato (Uchu Senkan Yamato) en la serie de animación epónima realizada por Matsumoto Leiji en 1974. Esta serie relata las aventuras interestelares de ese navío, confrontado a diferentes civilizaciones extraterrestres que amenazan a la humanidad. Al final, Yamato realizará una misión suicida para salvar al planeta de una desaparición segura. El elemento perturbador, ya sea encarnado por máquinas, mutantes o extraterrestres, hace surgir la amenaza de un apocalipsis, al mismo tiempo que anuncia un renacimiento, como preludio a una reconstrucción de la sociedad. En Neon Genesis Evangelion (Shin Seiki Evangelion, 1995) de Anno Hideaki, considerada como una de las mejores series televisivas de los últimos quince años, robots gigantes combaten a misteriosas criaturas que han venido a sembrar la desolación. Poco antes de su primera difusión en el otoño (boreal) de 1995, Japón había sufrido dos traumatismos: el terremoto de Kobe (17 de enero) (6) y el atentado con gas sarín en los pasillos del metro de Tokio (20 de marzo) perpetrado por miembros de la secta Aum (Verdad Suprema), cuyo dirigente Asahara Shoko predicaba el Apocalipsis (7).
Seguramente, la realidad no es tan fácil de controlar como lo hace creer la ciencia ficción. Pero ésta le permite a los japoneses proyectarse hacia un futuro en el que controlan su propio destino. Por lo tanto, la pregunta del diputado Yamane sobre las medidas a tomar en caso de una invasión extraterrestre ya no parece totalmente incongruente. Para muchos habitantes, el extraterrestre del momento se llama Kim Jong-il. Y la amenaza que hace pesar sobre la región con su programa nuclear y sus ensayos de misiles balísticos exige una respuesta gubernamental más clara que aquella que se dio en 2007 durante el debate sobre los ovnis. ♦
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