martes, 21 de julio de 2009
NOTA. Javier Sierra: El mundo del misterio es más seguro que la política.
TEXTO: MARINA MARTÍNEZ / FOTO: RAFAEL CARMONA
Fuente: Diario del Sur
A los doce años, ya tenía su programa de radio. Más tarde llegaría 'Milenio 3' y las revistas 'Año Cero' -de la que fue fundador-, y 'Más allá de la ciencia', a cuya dirección accedió con 27 años. Pero donde realmente se hizo popular fue en 'Crónicas marcianas'. Eso sí, siempre ligado al misterio. Como él mismo dice, su «filosofía de vida». Ahora, con casi una decena de obras a sus espaldas, Javier Sierra (Teruel, 1971) hace caso omiso al verano y se refugia en su casa de Málaga para preparar su nueva novela, de la que por cierto prefiere no dar pistas. Habrá que esperar a final de año. Hace unos días se dio un respiro como pasajero del buque Splendida, de MSC Cruceros.
No le hacía en un barco, le imaginaba tras los pasos de algún misterioso personaje de otra época...
En realidad yo estaba encerrado escribiendo mi nueva novela, pero he hecho una excepción.
¿Tanto le cuesta?
Es que este año he viajado mucho y ahora he querido marcar el verano como parón. Aunque no es buen momento para escribir.
Eso es voluntad.
Me bajo las persianas para que no me dé el sol, porque si no me despisto y me voy a la playa. Estoy como cangrejo en su cueva.
Y seguro que hasta en la playa sigue buscando enigmas...
La verdad es que siempre encuentro un lado engimático a todo. Es lo que me mantiene expectante.
Es como si tuviera un imán para el misterio.
Hombre, son muchos años recogiendo este tipo de historias.
¿Y hay alguno que se le resista?
Hay muchos. Una de mis obsesiones es el mapa de Piri Reis, un mapa de 1513, hecho por un pirata turco que cartografió costas americanas que no se habían descubierto en aquel año. Cuando tiene que explicarlo, dice que proceden de copias de mapas que estaban en la biblioteca imperial de Constantinopla muy anteriores a 1492. Eso es un enigma. También en Marsella tengo un misterio pendiente de investigar: encontrar a un buzo que descubrió hace unos años el avión en el que fue abatido Saint Exupery; es casi un expediente X.
¿Y usted no ha vivido ningún expediente X?
Sólo una vez, en el año 87, en Barcelona, investigando sobre ovnis, apareció una luz muy rara sobre mí y otras dos personas, como a cien metros sobre nuestras cabezas; desapareció a los tres segundos. Yo me quedé un poco trastornado, no he pasado más miedo en mi vida. Llevo persiguiendo ovnis muchos años pero aquello me asustó, y descubrí que estos temas nos imponen tanto porque no los controlamos. Pese a eso, el misterio se convierte en algo adictivo, al menos en mi caso. Desde muy pequeño tengo presente que todos tenemos una barrera biológica que es la muerte y que desconocemos todo lo que hay al otro lado de ella.
Lo lleva prácticamente en la sangre.
Sí. He escrito de muchos temas, pero siempre con el denominador común del misterio y con historias que obliguen a pensar. Cuando escribo una novela, mi intención no es sólo entretener, sino despertar inquietud, dejar al lector con ganas de saber más. Me siento satisfecho de que los lectores terminen convirtiéndose en cómplices de mi búsqueda. Gracias a Internet, recibo miles de correos aportándome pistas y comentarios.
Desde luego, no se puede quejar, con los cientos de admiradores que tiene en Facebook. Está al día...
Sí, yo admito a todo el que quiera, y voy contando mis cosas.
Y curiosidades que chocan como sus gustos musicales. Madonna o U2, por ejemplo.
Sí, esos son los más comerciales. Los llevo en el Ipod. Para escribir, prefiero la música electrónica de los primeros ochenta: Alan Parsons o Jean-Michel Jarre.
Otra sorpresa, es fan de Coco, el famoso personaje de 'Barrio Sésamo'.
Sí, es que es de mi época (risas). La gente me asocia más con la banda sonora de 'El exorcista', o algo así, pero yo prefiero esa otra música de los ochenta.
Porque le tenemos encasillado como una especie de Hércules Poirot.
Puede ser (risas).
¿Y no le cansa esa incertidumbre constante?
Sí, pero es bueno vivir con incertidumbre porque te mantiene despierto. Uno de los grandes errores de nuestra sociedad es pensar que todo es seguro. Málaga es una ciudad sísmica, mañana puede ocurrir un terremoto y nadie se preocupa. No es que tengas que vivir obsesionado con eso, pero conviene estar atento. Queremos vivir en una burbuja perfecta y no creo que sea la mejor solución.
Quizás es más cómodo...
Sí, el escepticismo es comodidad. Nadie pensaba en el siglo XVIII que habría un maremoto en Lisboa. Muchas veces preferimos vivir en la ignorancia porque es más cómodo y el misterio al final es un mecanismo que tenemos para no conformarnos. Yo creo que no hay evolución sin misterio. Esa inquietud de pensar qué habrá detrás de la esquina es lo que te hace avanzar. A veces pensamos que misterio es Cortijo Jurado -una enigmática mansión de Málaga-, pero es un concepto mucho más amplio. A mí me gusta convertirlo en una filosofía de vida.
Hay quien lo convierte en una fe.
Tanto el escepticismo como la fe ciega son posturas erróneas. Como decía Michel Aimé, hay que estar abierto a todo pero no creer en nada. No hay que convertir nada en dogma de fe. En el momento en que te haces de la religión de los platillos volantes o la cienciología renuncias a tu capacidad de crítica, te conviertes en un borrego. Es muy bueno tener ojos de niño y no perder la capacidad de sorpresa.
¿Y no se ha topado con ningún fantasma? Este mundo tiene fama de engañoso.
Yo creo que hay más autoengaño que engaño. Hay más gente que quiere creer a toda costa porque eso le tranquiliza, que voluntad de engañar al otro. Puestos a elegir, creo que es más seguro el mundo del misterio que la política diaria.
¿Por qué?
Porque en política se miente, se traiciona y se engaña mucho más.
De todas formas, no son mundos tan alejados...
No, la astrología, por ejemplo, ha decidido batallas, coronaciones, nombramientos de presidentes. Ronald Reagan estableció el momento de su toma de posesión por culpa de su astróloga. Y Mitterrand también tenía su astrólogo personal. No es algo tan ajeno a la historia o las decisiones políticas.
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